12.2.10

Me acuerdo cuando me la dió. Estaba frente a mi ofreciendomela, con el brazo extendido. Lo miré a los ojos y por un segundo vi en un mínimo reflejo a una hinchada saltando. Era roja, toda roja. En ese momento senti un magnetismo y la agarre. Lentamente su mano se abrió como dandome permiso para llevarmela. Nunca voy a olvidar ese primer movimiento donde mi mano derecha atraveso el interior de la camiseta hasta llegar a la abertura de la manga. Fue como si una corriente sanguinea a trescientos grados centígrados pasase desde las uñas de mis dedos hasta la redondez de mis hombros. Recuerdo que en ese instante al diablo se le dibujo una sonrisa, sabía que ya no había vuelta atrás. Yo me había dado cuenta que tampoco. Entonces, en un segundo movimiento, introduje mi mano izqierda y luego mi cabeza. Fue una sensación única, inolvidable. Sentí el infierno mismo. Mi corazón latia tan fuerte que me asustaba y me producia placer al mismo tiempo. Adrenalina pura. La tela cálida de la camiseta se deslizaba por mi cara como un mimo de mi frente y mi nariz. Sabia que me había metido en algo de lo que nunca más iba a salir. Sabia que me habia hecho de Independiente football club.